La danza surgió de modo improvisado, pero desde sus comienzos fue decisiva para el tango. Es un baile muy personal y sugerente que se apoya en el ritmo, a diferencia de la música que se basa en la melodía. Otro rasgo singular es que, cuando se baila tango, mientras las piernas dibujan figuras en el piso, el torso marca un movimiento diferente. En sus comienzos emulaba algunos pasos del candombe y las parejas, en lugar de acercarse, se distanciaban al compás.
El compás del tango es cuatro por ocho y para bailarlo sólo basta con caminar este núcleo básico de cuatro pasos al compás. Después se le pueden agregar figuras, pero lo principal para ser un buen bailarín es "caminar el tango" y eso significa dentro del compás. El tango es de suave ondulación, con ritmo acompasado y atrevido. No se baila a voluntad y con rigidez.
Al poco tiempo de ser conocido, los compadritos lo llevaron al barrio de Corrales viejos y el tango irrumpió en los piringundines donde ya se bailaba la tradicional milonga. Ahí se armaban las verdaderas fiestas y varios eran conocidos por sus buenas milongueras, como "la" Carmen Gómez, que bailaba en un tugurio cercano a la antigua plaza de Lorea.
Los que bailaban tango eran los más taura, valientes y diestros, no sólo con los pies, también con el cuchillo.
Se aprendía a bailar tango a puro ensayo y error y se practicaban los pasos para mostrar en público. Después, el aprendizaje pasó a la familia y, por los años sesenta, los padres enseñaban a sus hijos, los hermanos mayores a los menores y se ejercitaban entre primos o tíos.
Vivencia intransferible del cuerpo. Magia en el encuentro, en el alma no hay más lugar que para el tango milonguero. Que no quede viruta en el piso de la academia, brilla el charol siguiendo el compás. Ciñendo el talle y mirándose a los ojos, así se baila el tango, sentido y pasional.